¡SENTENCIADO
A MUERTE POR LAS MAFIAS SATÁNICAS Y PRACTICANTES DE BRUJERÍA!
A
19 de agosto de 2015.
Después
de llevar ya muchos años de persecución y de intentos de acabar con mi vida, y,
de vivir en viviendas alquiladas, pensiones y en auto caravanas, me encontraba
muy cansado y agotado, físicamente,
mentalmente y espiritualmente, por lo que
decidí buscar una vivienda accesible a mi economía, donde poder disponer de un
espacio íntimo, y donde poder relativamente descansar. Y, para ello, recurrí a
las aldeas donde desde hace años sus habitantes eran escasos, debido a las
migraciones y emigraciones, buscando una vida mejor, y, donde en la mayoría de
estas aldeas, estas casas están en ruinas, derrumbadas y abandonadas. Porque
así era muy probable que pudiese encontrar alguna que estuviese en condiciones
de ser habitada y fuese muy económica. Y, la verdad que la encontré. Encontré
una vivienda que requería y requiere, de muchos arreglos, pero que me servía al
mismo tiempo, para establecerme y tratar de relajarme y llevar, esa relativa
vida tranquila, donde poder asentar todas las angustias, presiones,
nerviosismos, etc., a que se me había sometido injustamente, por manifestar lo
que Dios me inspiraba sobre cómo están en la actualidad, las diferentes
realidades de nuestro mundo.
En
principio, cuando me iban a enseñar esta casa, al llegar al umbral de la misma,
vi, que su número era el trece. En ese momento sin todavía penetrar en su
interior, sabía por qué, Dios me había llevado hasta allí, y, sabía que esa
casa, era la que me tenía destinada. Aunque también sabía que estuviese donde
estuviese, cuando fuesen conscientes los pocos habitantes de esta aldea entre
las montañas, de quien yo era, y a quién representaba, los problemas no me
faltarían. Y, a pesar de mostrarme siempre humilde y cariñoso, con estos nuevos
vecinos, muy pronto tuve fe, de todos estos presentimientos eren ciertos. Al
principio todo iba de maravilla, y hasta me ayudaban. Y hasta alguno (Pedro),
que había sido del pueblo, que aquí había nacido y criado, pero que había
emigrado a Francia, y que alternaba meses en este país, y otros en su casa
española, en un pueblo de Quiroga (S. Julián), me había adelantado dinero para
la instalación eléctrica y del agua, por lo que le estaba muy agradecido, y,
debido a esto, me unía por mi parte, una gran amistad.
Por
fin, parecía que había encontrado unas sencillas gentes que andaban a lo suyo y
con las cuales yo traté en todo momento, de integrarme y no incordiar. ¡Pero
esto, me parecía demasiado fácil y sencillo! ¡Más este sueño que parecía irreal
en esta isla en medio de estas difíciles montañas agrestes y barrancosas, donde
el pie no podía mostrarse vacilante para no despeñarse, y bruscamente uno se
despertase, a las realidades agobiantes a que mi alma no era capaz de
acostumbrarse! ¡Por estos acantilados montañosos sin rampas, que caían de
repente al vacio y a los cuales mis miedos se atrevían a desafiar, y donde a
los bordes de los mismos, no me he tropezado, resbalado y precipitado, y, por
donde ascendían con violencia los vientos del valle, como desafiando a mi alma,
a desplegar sus invisibles alas y echarse a volar hacia la libertad que mis
pies no daban hallado!
A
los pocos meses de establecerme, compre unas cuantas cabras, para tener mi
cuerpo, mi mente y mi alma ocupada, y tratar de despreocuparme de todas las
malas experiencias a que había estado sometido. Y así mientras tanto, perderme y
extraviarme de mis inquietudes, en estas soledades montañosas, pastoreando.
¡Pero esto, se trataba de otro sueño pasajero! ¡Pero esto tan solo eran
ilusiones de uno, que trataba de ser y parecerme, a un humilde e inocente
iluso! ¡Porque pronto, muy pronto, las cabras y cabritos, empezaron a
encontrarse mal, y a morirse algunas! Empecé entonces a pensar y a sospechar,
que estaba pasando algo que no era normal, y, muy pronto mis dudas dejaron de
serlo, porque algún vecino me advirtió que estaban echando herbicidas
venenosos, y que esta era la causa, de que mi escaso ganado menguara en vez de
progresar adecuadamente. ¡Y, yo muy entristecido, abatido y enfadado, me
preguntaba una vez más, las respuestas que ya sabía, ¿por qué, si yo me portaba
bien con todos, me hacían esto? ¡Puesto que mis cabras no causaban el menor daño
a ningún cultivo o sembrado! ¡Ya estábamos en las mismas, la maldad empezaba a
acosarme de nuevo! Bueno, como pude mal vendí y a menor precio de lo que
costaron, las cabras supervivientes, para así acabar con mis nuevas preocupaciones,
¡que pensaba me ayudarían a despreocuparme!
Pasaban
los meses y a pesar de todo esto, dejé enfriar mi mal humor, y volví a
establecer las paces y a dar mi confianza a los pocos vecinos que quedábamos en
esta aldea, porque así, no resulta muy cómodo habitar en ningún sitio que
pareciese civilizado. Y, olvidándolo todo, lo intenté de nuevo y retomé una
amistosa vecindad, que me costó dos graves envenenamientos, y donde estuve al
borde de la muerte. ¡Y de nuevo Dios tuvo que extender su mano sobre mí, para
salvarme! Pero esto no terminó ahí, si no que, ahora en este año, a pesar de
que he cambiado las cerraduras de mi puerta (porque había claros síntomas de
que estaban entrando en mi casa), se han hecho o los han provisto de llaves
maestras o de cerrajero, y me están envenenando en mi propia casa. Me han
envenenado algunos alimentos, el agua, el café, etc., aprovechando que tengo
que ausentarme durante horas, cuando dejo estas montañas, para reponer mi
despensa. Y en consecuencia, provocando
que de nuevo vuelva a encontrarme muy mal, y mí vida vuelva a oscilar entre la
vida y la muerte. ¡Tan solo Dios, es quien tiene interés en mantenerme con
vida! Pero esto, no me priva de pasarlo muy mal, padecer y sufrir, las graves
consecuencias, que estos atentados causan en mi cuerpo, porque en mi alma, ya
no surten efecto, ni ya me causan rencor. ¡Porque aunque parezca difícil de
creer, parece que aunque no el cuerpo, pero si el alma, alcanza a vacunarse y a
acostumbrarse! ¿Será que cada vez tengo más fe y confianza en Dios? ¡Yo estoy
convencido de que sí!
Lejos
quedan aquellas vanas esperanzas que parecían al fin sonreírme, y donde poder
hallar un lugar donde descansar. Todavía recuerdo, cuando aquel benefactor
(Pedro), que parecía un ángel de los cielos, y que tanto me había ayudado, y,
que un día me había invitado a comer en su casa, y en donde uno de los platos
que me sirvieron diciéndome que era cerdo, ¡a mí no me lo pareció! Porque como
cualquier gallego nacido aquí, donde el cerdo suele ocupar tradicionalmente
muchos variados platos en nuestras mesas, estaba acostumbrado desde siempre a
conocer los diferentes sabores del cerdo. Y aquel plato aunque su sabor era
parecido al del cerdo, ¡no era cerdo! En aquel momento, no sabía de qué clase
de carne se trataba, pero instintivamente, sentí asco y repugnancia vomitiva,
pero por educación, y no hacer un feo, disimulé y comí. Mucho más tarde empecé
a darle vueltas a aquel asunto, y a rondar por mi cabeza, de si no se tratase
de carne humana. ¡Pero esto, era …, me resultaba increíble! ¡Tenía que ser una
locura y una paranoia que se me había metido en la cabeza! ¡Más desde entonces,
esta idea no me abandona, debido a que el comportamiento de alguno de estos
vecinos, me parece sospechoso, como que, se dedicasen a secuestrar a personas,
para sacrificarlas en ritos satánicos, y comerse sus carnes! Y aunque las
sospechas no me abandonan, me niego a dar crédito a que estas realidades sean
verdad. Prefiero creer, que estas cosas no pueden ocurrir a mí alrededor. Sin
embargo, unos negros presagios vienen a mi pensamiento, cuando hace cuestión de
nueve o diez años, también anduve buscando casa cerca de estos parajes, pero
por el otro lado de las vecinas montañas, por los pueblos que descienden desde
Lugo hasta Ponferrada, hasta donde llegué. Y desde donde volví a ascender, pero
por los pueblos aldeas, por donde pasa el Camino de Santiago. Y preguntando, al
que parecía ser el dueño, y atendía, un bar de uno de estos pueblos, situado en
el Camino de Santiago, me dijo, que quién podía saber si vendían alguna casa
económica, era en un pueblo un poco más arriba, donde vivía un alemán, y que
este, era quien me podía orientar y que era, quien más enterado estaba y podía
saber al respeto. Y preguntando, di con el comentado alemán, que me dijo que
sí, que sabía de algunas viejas casas que podían venderse. Me invitó a comer con
él y algunos de sus amigos. Y luego más tarde, hasta le ayudé a cortar leña y a
almacenarla. ¡Pero noté cosas muy extrañas en aquel individuo y sus amigos!
Sensaciones en el trato, en el hablar, en el comportarse, y sobre todo, cuando
miraba en el interior de su alma a través de sus ojos. ¡No veía a un hombre!
¡Veía a un depredador! ¡Y mi alma empezó a sentir peligro, muchísimo peligro (y
en esto no suelo equivocarme), y, a sentir que me había convertido en la presa,
en la cual, había puesto sus ojos aquella especie de depredador! ¡Mis instintos
de supervivencia me dictaban huir muy deprisa de aquel lugar, porque mi vida
estaba muy gravemente amenazada! ¡Pero debía hacerlo con precaución y sin previo
aviso, porque sospechaba, que por las buenas, ya no saldría vivo de aquel
lugar! ¡Así que en un momento en que se relajaron, y yo me hice, como que
estaba muy tranquilo y confiado, y como que iba a mear, o procurando darles esa
impresión, me aparté de su lado, me monté muy rápidamente en mi coche, y me
largué ante sus ojos sorprendidos! ¡Pero no sorprendidos por no despedirme, si
no, porque algo se les escurría de entre sus manos, como algo con lo que no
contaban! ¡No respiré aliviado, hasta que dejé aquella aldea atrás y puse
muchos kilómetros de por medio, porque sabía lo cerca que había estado de la
muerte! ¡Y, este alemán y los ritos satánicos volvieron a mi mente, cuando en
estos meses y días atrás, aquí, más o menos, a lo largo de este recorrido del
Camino de Santiago, salieron en las noticias, que algunas personas
desaparecieron sin dejar rastro, y que otras, sufrieron algún intento de
secuestro! ¡Espero que todo esto, tan solo sean sospechas mías, pero los
tiempos que corren se prestan a estas y otras cosas, que quizás no alcancemos
ni siquiera a imaginarnos, y, que es mucho mejor no pensar en ellas, para no
hacer que nuestras vidas sean mucho más difíciles, de lo que ya son! Porque si esto
fuese verdad, tendríamos que deducir, que detrás de estos obreros, y capataces del
mal, se esconden personas más importantes, con poder social, político,
religioso y económico. ¡Dios nos guarde de caer en sus manos, porque pocos
estarían libres de convertirse en sus víctimas!
Cristo
Maestro Andar.